Tierra de Hombres

31 agosto, 2005

Sin prejuicios

Voy a poner a continuación un texto, y al final del mismo, sus datos.

¿Por qué? Porque creo que debido a estúpidos prejuicios y complejos, muchas veces la gente se pierde lecturas maravillosas, bien porque consideran que no serán capaces de entenderlas, o bien porque simplemente, el nombre les aburre de entrada, y ni siquiera entran a ver qué hay detrás de un título o una portada colorida.

El texto:


Prólogo

1

Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de «dar testimonio» de mí. Mas la desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera. Yo vivo de mi propio crédito; ¿acaso es un mero prejuicio que yo vivo? Me basta hablar con cualquier «persona culta» de las que en verano vienen a la Alta Engadina para convencerme de que yo no vivo. En estas circunstancias existe un deber contra el cual se rebelan en el fondo mis hábitos y aún más el orgullo de mis instintos, a saber, el deber de decir: ¡Escuchadme, pues yo soy tal y tal. ¡Sobre todo, no me confundáis con otros!

2

Por ejemplo, yo no soy en modo alguno un espantajo, un monstruo de moral; yo soy incluso una naturaleza antitética de esa especie de hombres venerada hasta ahora como virtuosa. Dicho entre nosotros, a mí me parece que justo esto forma parte de mi orgullo. Yo soy un discípulo del filósofo Dioniso, preferiría ser un sátiro antes que un santo. Pero léase este escrito. Tal vez haya conseguido expresar esa antítesis de un modo jovial y afable, tal vez no tenga este escrito otro sentido que ése. La última cosa que yo pretendería sería «mejorar» a la humanidad. Yo no establezco ídolos nuevos, los viejos van a aprender lo que significa tener pies de barro. Derribar ídolos («ídolos» es mi palabra para decir «ideales»), eso sí forma ya parte de mi oficio. A la realidad se la ha despojado de su valor, de su sentido, de su veracidad en la medida en que se ha fingido mentirosamente un mundo ideal. El «mundo verdadero» y el «mundo aparente»; dicho con claridad: el mundo fingido y la realidad. Hasta ahora la mentira del ideal ha constituido la maldición contra la realidad, la humanidad misma ha sido engañada y falseada por tal mentira hasta en sus instintos más básicos hasta llegar a adorar los valores inversos de aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el futuro, el elevado derecho al futuro.

3

Quien sabe respirar el aire de mis escritos sabe que es un aire de alturas, un aire fuerte. Es preciso estar hecho para ese aire, de lo contrario se corre el no pequeño peligro de resfriarse en él. El hielo está cerca, la soledad es inmensa; ¡mas qué tranquilas yacen todas las cosas en la luz!, ¡con qué libertad se respira!, ¡cuántas cosas sentimos debajo de nosotros! La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas: búsqueda de todo lo problemático y extraño que hay en el existir, de todo lo proscrito hasta ahora por la moral. Una prolongada experiencia, proporcionada por ese caminar en lo prohibido, me ha enseñado a contemplar las causas a partir de las cuales se ha moralizado e idealizado hasta ahora, de un modo muy distinto a como tal vez se desea: se me han puesto al descubierto la historia oculta de los filósofos, la sicología de sus grandes nombres. ¿Cuánta verdad soporta, cuánta verdad osa un espíritu? Esto fue convirtiéndose cada vez más, para mí, en la auténtica unidad de medida. El error (el creer en el ideal) no es ceguera, el error es cobardía. Toda conquista, todo paso adelante en el conocimiento es consecuencia del coraje, de la dureza consigo mismo, de la limpieza consigo mismo. Yo no refuto los ideales, ante ellos, simplemente, me pongo los guantes. Nitimur in vetitum [nos lanzamos hacia lo prohibido]: bajo este signo vencerá un día mi filosofía, pues hasta ahora lo único que se ha prohibido siempre, por principio, ha sido la verdad.

4

Entre mis escritos ocupa mi Zaratustra un lugar aparte. Con él he hecho a la humanidad el mayor regalo que hasta ahora ésta ha recibido. Este libro, dotado de una voz que atraviesa milenios, no es sólo el libro más elevado que existe. El auténtico libro del aire de alturas –todo lo hecho «hombre» yace a enorme distancia por debajo de él– es también el libro más profundo, nacido de la riqueza más íntima de la verdad, un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad. No habla en él un «profeta», uno de esos espantosos híbridos de enfermedad y de voluntad de poder denominados fundadores de religiones. Es preciso ante todo oír bien el sonido que sale de esa boca, ese sonido alciónico, para no ser lastimosamente injustos con el sentido de su sabiduría. «Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el mundo.»

Los higos caen de los árboles, son buenos y dulces; y, conforme caen, su roja piel se abre. Un viento del norte soy yo para higos maduros. Así, cual higos, caen estas enseñanzas hasta vosotros, amigos míos: ¡bebed su jugo y su dulce carne! Nos rodea el otoño, y el cielo puro, y la tarde.

No habla aquí un fanático, aquí no se «predica», aquí no se exige fe: desde una infinita plenitud de luz y una infinita profundidad de dicha va cayendo gota tras gota, palabra tras palabra, una delicada lentitud es el tempo [ritmo] propio de estos discursos. Algo así llega tan sólo a los elegidos entre todos; constituye un privilegio sin igual el ser oyente aquí; nadie es dueño de tener oídos para escuchar a Zaratustra... ¿No es Zaratustra, con todo esto, un seductor?... ¿Qué es, sin embargo, lo que él mismo dice cuando por vez primera retorna a su soledad? Exactamente lo contrario de lo que en tal caso diría cualquier «sabio», «santo», «redentor del mundo» y otros decadente [decadentes] No sólo habla de manera distinta, sino que también es distinto.

¡Ahora yo me voy solo, discípulos míos! ¡También vosotros os vais ahora solos! Así lo quiero yo.

En verdad, éste es mi consejo: ¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aun mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado. El hombre del conocimiento no sólo tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos.

Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona?

Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no os aplaste una estatua! ¿Decís que no creéis en Zaratustra? ¡Mas qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes, ¡mas qué importan todos los creyentes!

No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe. Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros; y sólo cuando todos hayáis renegado de mi volveré entre vosotros.

Friedrich Nietzsche

En este día perfecto en que todo madura y no sólo la uva toma un color oscuro acaba de posarse sobre mi vida un rayo de sol: he mirado hacia atrás, he mirado hacia delante, y nunca había visto de una sola vez tantas y tan buenas cosas. No en vano he dado hoy sepultura a mi cuadragésimo año, me era lícito darle sepultura, - lo que en él era vida está salvado, es inmortal. La Transvaloración de todos los valores, los Ditirambos de Dioniso y, como recreación, el Crepúsculo de los ídolos ¡todo, regalos de este año, incluso de su último trimestre! ¿Cómo no había yo de estar agradecido a mi vida entera? Y así me cuento mi vida a mí mismo.
Como en el mismo texto pone, es un texto de Nietzsche, extraído del conocido libro "Ecce Homo". Me he topado con él por casualidad, en la red, y no se por qué, me dió por ponerme a leer el libro. No lo he terminado aún, pero reconozco que me gusta: es duro, claro, conciso, no utiliza giros retóricos que te den la sensación de estar dando vueltas con la cabeza alrededor de los mismos conceptos durante 10 o 20 páginas (algo que, últimamente, me pasa mucho con nuevos escritores, no se por qué), es imprevisible precisamente porque cada concepto es nuevo, y no sabes de qué va a tratar ese nuevo concepto, etc...

A lo que voy es a que si de entrada, alguien te dice: "lee a Nitzsche", tus ojos se abren como platos y te preguntas, "¿para qué, si no le voy a entender?". Pero luego, te encuentras con un texto, te encuentras con un striptease interior como en el caso de éste libro, y te da la sensación de estar viviendo exactamente lo mismo que él, en su día vivió: creo que es un escritor que llega, y al menos a mí, me gusta.

Además puede servir como guía para futuras introspecciones en uno mismo: te sirve para preguntarte, ¿pienso yo igual que él? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Qué caminos debe recorrer una persona para llegar a conocerse tanto a sí mismo? Y sobre todo, ¿todos los genios están locos o son meras casualidades?

Yo creo, desde luego, que para ser un genio y saber sobrellevarlo, con lo competitivos que somos los hombres (y mujeres, para evitar suspicacias, aunque de hecho, yo soy mujer y no me importa la generelalización de género masculino plural... pero eso es otra historia), alguien que destaque demasiado por su valía no suele salir demasiado en la foto, y siempre se buscan sus defectos para anteponer a sus virtudes, y así no permitir que esté en un pedestal tan alto que no seamos capaces ni de verle.

Eso somos, y Nietzsche lo sabía bien. Se volvió loco, o quien sabe si, realmente, lo que hizo fue "irse" de la vida real para crearse su propio mundo aparte, donde ser lo que era: un pensador, mejor o peor, con el que puedes estar de acuerdo o puedes llevarte las manos a la cabeza ante ciertas de sus ideas, pero eso no le quita su capacidad de pensar y sobre todo, de saber expresar lo que piensa, sin dejar huecos a interpretaciones antagónicas.

Por eso me gusta, y mucho. A pesar de que la apropiación por parte del nazismo de algunas de las ideas de Nietzsche, le dejaran a una bajísima altura, creo que sólo hay que leerle para saber que fue sometido a una vil manipulación y tergiversación con objeto de sustentar lo insustentable: el asesinato selectivo en busca de la creación de una nueva raza aria.

Nietzsche, quien en sus textos critica convencionalismos, critica falsedades, y critica la ignorancia consciente defendiendo lo culto por capacidad, defendiendo que no se puede hablar de lo grande que fue Platón sin haber leído y entendido previamente "La República" u otros textos del mismo... creo que merece que se le haga justicia, y que no


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ECCE HOMO

"Exivit ergo Iesus portans coronam spíneam et purpúreum vestimentum. Et dicit eis (Pilatus): Ecce homo”.

>>Salió pues Jesús llevando una corona de espinas y un manto de púrpura. Y les dice (Pilatos): He ahí el hombre. [Pasión según san Juan (19,5)]

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